Evaluación

Evaluación de un proyecto educativo

La evaluación debe generar nuevas perspectivas en coherencia al Proyecto de FEyE y permitir realizar un trabajo sistemático de evaluación consiguiendo generar una cultura de centro inmersa en los procesos evaluativos como procesos de crecimiento y mejora de la calidad y calidez educativa. La cultura más tradicionalista que fomenta el control, el individualismo, la competitividad y las estrategias de aprendizaje superficiales suficientes como para superar una prueba específica debe dar lugar a una cultura de crecimiento y mejora constante.

Siguiendo a Jornet (2009) y Méndez Álvarez (2013) consideramos que la evaluación es el proceso participativo, reflexivo y sistemático de indagación y comprensión sobre el proceso de enseñanza aprendizaje que pretende la composición de un argumento sobre el mismo, para orientar a la toma de decisiones y a la mejora. Esta concepción de evaluación enfatiza la función transformadora de la misma y es ésta quien es el hecho dinamizador del proceso de aprendizaje. La evaluación al ser transformadora, será a su vez informativa, formativa y formadora, profundizando cada vez más en los procesos de devolución. En esta línea señalamos varias ideas clave, la primera que se trata de un proceso, por lo que es continuado a lo largo del tiempo, orgánico, dinámico y por tanto modificable; al ser reflexivo requiere de racionalidad y juicio. Este proceso es participativo, necesitamos conocer no sólo la perspectiva del profesor sobre el proceso de aprendizaje, sino la del alumno y la de sus iguales para poder tener una visión completa sobre sus propios logros y áreas de mejora. El alumno debe ser consciente de sus logros y de sus debilidades, para poder definir estrategias más exitosas y saber en qué debe incidir para mejorar, por lo que la autoevaluación será imprescindible en este proceso de evaluación y por supuesto al trabajar con modelos cooperativos la coevaluación también requerirá de un espacio. Al ser un proceso dinámico requiere de múltiples y constantes apreciaciones y reorientaciones que generarán tomas de decisiones tanto del profesorado como del propio alumno a lo largo del proceso para ajustar los mejores recursos y situaciones para conseguir que el aprendizaje suceda. Un aspecto interesante y de incipiente desarrollo es la evaluación de impacto, es decir en Fundación nos interesa evaluar cómo perciben los alumnos las clases, las sesiones, los proyectos, las programaciones, etc…de los profesores con la intención de escuchar también su parecer y poder mejorar en nuestras prácticas docente mediante estrategias más eficaces. Es importante no sólo programar y evaluar para los alumnos sino desde los alumnos, así garantizaremos procesos más significativos y participativos.

Un proyecto de Evaluación que valora muchas cosas

Resulta imprescindible en este proceso de evaluación valorar los conocimientos iniciales de los alumnos, saber qué ideas y experiencias poseen a cerca de lo que pretendemos investigar o aprender (evaluación inicial) para poder acompañar en la evaluación formativa y formadora (continua) para poder concluir con una evaluación final. La valoración continua debe realizarse en el contexto de los desempeños de comprensión, afianzados a su vez en las metas de comprensión, es decir será pertinente. Por supuesto, la evaluación será pública, todos los alumnos conocerán cómo se les va a evaluar y sobre qué.

Para poder tener una visión global del perfil competencial del alumno es imprescindible la utilización de herramientas tanto cuantitativas como cualitativas. Las herramientas que están al servicio de este objetivo (evaluación cualitativa) son los diarios de campo, las entrevistas, las conversaciones, grupos de debate-discusión, portfolio, etc. Por supuesto otros recursos que también resultan valiosos serán los exámenes, las pruebas escritas, las rúbricas, KPSI (Knowledge and Prior Study Inventory)  y lista de cotejo entre otros.

Es fundamental, ya sea en la hétero-evaluación y/o coevaluación ofrecer una devolución adecuada, respetuosa, objetiva y constructiva que posibilite la mejora de cada uno, así como saber aceptarla y acogerla. Sólo así podrá ser concebida la evaluación como un recurso del propio aprendizaje al servicio del crecimiento y desarrollo del alumno, del profesor y en definitiva del propio centro.