¿Qué significa Atelier?

El Atelier

El atelier es un espacio destinado a la investigación a través de la pedagogía del asombro y del descubrimiento, para despertar el lenguaje artístico de nuestros alumnos. Nos permite educar en el sentido estético y cultivar la creatividad desde los primeros años de vida. El motor del niño es la curiosidad, preguntarse cómo funcionan las cosas y por qué suceden es precisamente esa singularidad la que genera el inicio del aprendizaje, la curiosidad. Los alumnos son los protagonistas auténticos en el atelier, aprendiendo el adulto a estar en un segundo plano.

La inspiración del atelier nace de la Pedagogía Reggiana y de su gran precursor Loris Malaguzzi, quien postulaba que los niños no sólo aprenden, sienten, se expresan, experimentan, piensan o aman de una única manera, sino que poseen “Cien Lenguajes” para comunicarse y conocer el entorno que les rodea. Necesariamente debemos atender al cuerpo, al desarrollo evolutivo de nuestro sistema nervioso central para poder integrarlo con las funciones cognitivas y así permitir una armonización adecuada entre razón y emoción. Los cien lenguajes son una metáfora de cómo la diversidad se manifiesta en la vida y por tanto también en los colegios. Estos lenguajes interaccionan e interactúan en el atelier generando colaboraciones y vinculaciones que darán lugar a sinergias y relaciones impensables de otro modo.

El atelier es dar cabida a “Los 100 lenguajes del niño”, construyendo el aprendizaje mediante la reflexión de lo que han hecho y cómo lo han hecho, dando por supuesto que cada uno percibe el mundo de forma diferente.

Metodología Reggio Emilia en FEyE

Desde Fundación diseñamos el atelier como una metáfora del mundo real, convirtiendo las aulas y los espacios en laboratorios donde se pone en valor la expresividad, la imaginación y la creatividad de los alumnos, en el que el diálogo y la reflexión que estos generan es el hilo conductor de lo que experimentan e investigan. Es valiosa la producción de hipótesis sobre cómo funcionan las cosas, por qué suceden ciertos fenómenos o cómo podemos averiguar algo. En este proceso la escucha se convierte en protagonista, la escucha del adulto hacia el alumno, para percibir no sólo los resultados, sino el proceso, los descubrimientos, las sorpresas y las expectativas. Esta escucha se materializa en la documentación, que permite recoger y registrar evidencias de lo que ha sucedido en la sesión, para posteriormente poder trabajarlo con los propios niños y darlo a conocer al resto de la comunidad educativa. En este clima de creatividad e indagación se fomenta el pensamiento divergente mediante la reutilización de materiales y recursos buscando un sentido diferente al inicial y generando nuevas funcionalidades. En el atelier utilizamos materiales cotidianos y accesibles para diseñar estas investigaciones, como por ejemplo la luz y sus sombras, las hojas de árboles, piedras, agua, telas, hilos, etc.

El atelier, es un espacio en el que cultivamos el sentido de lo estético, no dejando que las cosas sucedan de forma arbitraria, al azar o, de cualquier manera, sino que significa el cuidado por lo bien hecho, incluso de lo que puede parecer insignificante. Todo lo que está en el atelier tiene un sentido y un valor en sí mismo. Los alumnos pueden encontrarse instalaciones cuidadas que deben descubrir o retos a resolver por ellos mismos. Los materiales no son infantiles o pueriles, sino que son objetos del mundo exterior e incluso de otros ámbitos profesionales (pintores, escultores, arquitectos, meteorólogos, etc.)

Las experiencias que viven los alumnos en el atelier favorecen generar una cultura de centro dialogante y respetuosa, tanto con uno mismo, como con los demás e incluso con la propia cultura social ya que permite indagar sobre temas contemporáneos y de actualidad. En este sentido resulta imprescindible la cooperación con la comunidad a nivel social, con otros agentes externos y/o organizaciones para que la escuela salga al exterior y se haga presente en la vida de la ciudadanía.

La Pedagogía Reggiana es dejar que suceda lo inesperado y dejar que lo inesperado nos asombre en nuestra maravillosa tarea educativa, tal y como decía Malaguzzi “no hagamos nada sin alegría”.